Por: Jesús Domingo
Una vez más la perniciosa antropología, que expresan los escritos de los Departamentos de Salud y de Educación de la Generalitat de Cataluña, dirigidos a los jóvenes entre 10 y 16 años, sobre hábitos y conductas sexuales ante la pandemia del SIDA, se topa con el muro de una propuesta integradora de la sexualidad.
Una vez más la perniciosa antropología, que expresan los escritos de los Departamentos de Salud y de Educación de la Generalitat de Cataluña, dirigidos a los jóvenes entre 10 y 16 años, sobre hábitos y conductas sexuales ante la pandemia del SIDA, se topa con el muro de una propuesta integradora de la sexualidad, que tiene su base en el amor pleno y que no manipula ni utiliza una de las facultades y dimensiones básicas de la persona al servicio del placer descontrolado que, como sabemos por experiencia, nunca trae buenas consecuencias. La Iglesia no dice no a la prevención del SIDA; lo que hacen los obispos es recordar el sí a la vida plena de una concepción de las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer que debe tener en cuenta todos los datos de la realidad de la persona. Como nos recuerdan los obispos, la sexualidad humana es algo mucho más profundo, positivo y humano que lo que dicen esos folletos que, además, atentan contra el principio más básico de toda política institucional en estas materias: el respeto al derecho constitucional de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones. También en esta materia. Jesús D Mes Madrid
