viernes, 12 de octubre de 2007

Los desafíos de la Iglesia en el siglo XXI. II. Posibles soluciones.

12.10.2007. Fondo de Baúl



Hombre Life

Por: Redactor en Aragón Liberal

Este hombre light es un sujeto liviano, ligero, superficial, divertido, intrascendente, casi hueco. En dos palabras: sumamente vulnerable. ¿Qué desafíos tenemos ante este hombre light, ante este panorama que hemos trazado?...


Antonio Rivero


II. POSIBLES SOLUCIONES ANTE ESTOS DESAFÍOS



Este hombre light es un sujeto liviano, ligero, superficial, divertido, intrascendente, casi hueco. En dos palabras: sumamente vulnerable. ¿Qué desafíos tenemos ante este hombre light, ante este panorama que hemos trazado?


 



1. Desde el punto de vista político, económico y social:


 



Formar a los líderes políticos, sociales, económicos mediante congresos, cursillos, donde se expliquen los valores humanos, la doctrina social de la Iglesia. Son ellos los que están en mejor posición para poder dar soluciones eficaces para remediar este panorama descrito, en los campos que a ellos les conciernen. Tener un presidente coherente, un gobernante honesto, un economista justo, un abogado integérrimo, un médico humano y motivador... es comenzar a solucionar los problemas de las coimas, de la corrupción electoral, de la malversación de bienes, de los hospitales para abortos; los problemas del capitalismo salvaje, del colectivismo despersonalizador, del desinterés por el pueblo, de la ingerencia en los asuntos de otras naciones. Pero mientras haya un gobernante megalómano, ambicioso, corrupto, deshonesto y aprovechado...tendremos guerras, fraudes, enjuagues, injusticias, tristezas, desesperanzas, protestas, pérdidas y lágrimas.


Y, ¿quién forma a estos dirigentes? Aquí está el problema. ¡Formación de dirigentes! El mismo Estado y gobierno debe formar rectamente a sus futuros dirigentes. También la Iglesia tiene esta tarea y muy seria. La Iglesia no puede sólo dedicarse a los pobres. Si quiere conseguir algo eficiente y eficaz, deberá formar a estos líderes que le podrán ayudar a solucionar el problema del hambre, de la vivienda, de las escuelas, de los hospitales.



2. Desde el punto de vista educacional:



Aspirar a la excelencia en las escuelas y universidades. Pretender lo mejor. Así lograremos vidas ejemplares, coherentes, rotundas, llenas de sentido. Buscar siempre la verdad de todo: del mundo, de las cosas, del hombre, de lo divino. Implementar los programas de estudio, para que reciban una formación integral, completa, seria.


Una llamada seria a los maestros, profesores, directores de colegios, de las universidades. Tienen en sus manos el futuro del siglo XXI. ¿Qué quieren hacer con esos niños y jóvenes que pasan por sus aulas a recibir las erramientas con las que construirán la sociedad del próximo siglo, que ya está a un paso? ¿Queremos que el siglo XXI sea un siglo de paz, de fraternidad, de justicia, de valores? Comencemos por cambiar nuestras escuelas, elevarlas, llevar nuestras propuestas serias a la UNESCO



3. Desde el punto de vista familiar:



Acostumbrar a nuestros hijos a lo duro, a lo costoso. Que sepan que la vida es difícil, que hay que sacrificarse mucho. Que no todo es regalado. Darles motivaciones profundas, recias. Sentarse con ellos y "perder" un poco de tiempo para educarles, para charlar con ellos de lo que es verdaderamente la vida, el amor, la verdad, los valores humanos. Que en casa se respire un aire de armonía, de serenidad, de acogida, de simpatía mutua, de respeto, de sana alegría. Saber equilibrar los tiempos de trabajo y seriedad, con los de distensión y sana diversión. Equilibrar ahorro y generosidad. Y ayudar a los hijos a que vean con sus propios ojos las necesidades del prójimo para que se lancen a hacer algo por ellos.


Los papás cultiven en sus hijos la actitud de generosidad, para que al ver las necesidades del mundo y de la Iglesia se lancen a hacer algo concreto, serio y eficaz. ¡Qué hermoso sería que saliera de cada familia algún hijo o alguna hija que quiera colaborar un año o dos en los apostolados de la Iglesia, a tiempo completo, aquí o en otras partes del mundo!


Dar buenos criterios a sus hijos para que se enfrenten a este mundo y sepan discernir el bien y el mal, el peligro y la tentación. Educarles para que que no se contagien con los antivalores que saltan desde las pantallas del cine y de la televisión.



4. Desde el punto de vista eclesial:


 


La Iglesia tiene una tarea ardua y difícil. No puede bajar la bandera ante las propuestas facilistas, relativistas, materialistas, hedonistas. Debe predicar íntegro el mensaje de Cristo sin cortapisas, sin recortes, sin glosas comodistas y acolchonadas. Pero debe predicarlo, no con tonos apocalípticos, pesimistas, amenazantes, oscurantistas, sino con la alegría y el gozo de quien predica la Buena Nueva, el Mensaje que da verdadera liberación interior. Debe predicarlo con el corazón en ascuas y con la convicción y resonancia de quien lo vive y ha hecho la experiencia del gozo de Cristo. La Iglesia no debe dar respuestas facilistas, emocionales, espectaculares, teatrales como para "ganarse adeptos". Debe dar el mensaje íntegro de Cristo con la humildad y sencillez, pero con la convicción y pasión de la verdad. La Iglesia en el siglo XXI tendrá una batalla muy recia, porque las sectas son muy fuertes. No se trata de hacer una cruzada contra las sectas; no. Sino más bien, apretar el paso en la transmisión del mensaje íntegro de Cristo, vacunando a la gente contra las sectas, ya sea desde las homilías, ejercicios, retiros, cursos, misiones.


Por eso, la Iglesia debe promover mucho los diversos apostolados, donde los laicos se inserten y trabajen a fondo, para solucionar esos problemas y desafíos. Y para esos apostolados echará mano la Iglesia de los medios más eficaces para la nueva evangelización: internet, televisión, radio, congresos, catequesis, centros de reflexión y estudio, misiones. Si en el siglo XXI la Iglesia no logra meterse a fondo en los medios de comunicación social, no será eficaz...irá a paso tortuga. Y para esto se necesita de la ayuda de los profesionales, de los líderes en los campos económico y social que apoyen esta iniciativa.


La Iglesia, sí, debe ser un recinto de paz, cariño, acogida fraternal, pero también de trabajo serio, organizado y eficaz. Nuestras Iglesias deben ofrecer todo este clima de respeto y optimismo, para que no tengan necesidad de marcharse a otros lugares. Pero también, la Iglesia lanzará a todos el compromiso serio, responsable de moverse, de hacer apostolado, de ser militantes.


Pero antes de lanzarlos al apostolado, la Iglesia debe formar a sus hombres, para que salgan a la batalla con las armas bien afiladas, con la coraza, el escudo, el yelmo bien ajustado. Hoy, más que nunca, los cristianos tienen que tener su fe bien asimilada, los principios morales bien definidos, porque se han levantado unas confusiones y una polvareda envolvente que pretende derribar la doctrina católica y crear en nosotros un hálito de superficialidad y ligereza, que dan mucho que pensar. Y para lograr esto, la Iglesia necesita de sacerdotes bien formados para que formen a los laicos. Y estos laicos bien formados formarán a otros. Y así la cadena hasta el infinito. Sin formación, podrá haber buena voluntad, pero no eficacia en llevar el mensaje de Cristo. Y este siglo XXI necesita ver que la Iglesia es eficaz, que que no se queda en las sacristías, que se lanza a través de sus laicos a las calles, al campo político, social, económico, industrial, médico, obrero, pedagógico.


La Iglesia prestará mucha atención a la familia, que es la más atacada hoy día desde todos los lados. Preparará muy bien a los jóvenes, a los novios. Promoverá apostolados destinados a fomentar las convivencias de matrimonios, jornadas de reflexión con los papás.