domingo, 4 de febrero de 2007

El camino de la corrupción infantil sigue los pasos del fomento de lo homosexual. Sexo y trivialidad.


La pederastia, próxima estación



La aparición de un partido político en Holanda que reivindica su legalización, y el hecho, más grave aún, de que un tribunal holandés haya considerado legítima la pretensión pederasta, marcan el disparo de salida en Europa hacia una nueva conquista del progresismo anticristiano, y nos alerta de que la legalización de la pederastia será el peldaño «evolutivo» futuro sobre el que nos toque descender.

Por ser suficientemente conocidos, en asuntos de similar escabrosa naturaleza, me atrevo a aventurar sobre los pasos que se seguirán en la estrategia: al principio nos venderán que todos los pederastas son enfermos que no pueden dominar sus impulsos, para en último momento concluir que, en realidad, se trata más bien de una nueva opción sexual, enriquecedora para mayores y menores.

Con tales pronunciamientos comenzarán a pulular por los diferentes platós televisivos, variopintos defensores de la pederastia, con algún que otro intelectual de talla (de talla progresista) avalando las tesis entre sonrisas, y calificando de intolerantes a quienes se atrevan a disentir. Se rodarán películas que nos presentarán el tema de forma amable y edulcorada, donde el pederasta es el héroe encarnado por el último actor de moda. Aparecerán extrañas estadísticas realizadas por avanzadas universidades demostrando las bondades para los menores de las relaciones sexuales, cuando éstas son «conducidas» por mayores de edad sanos, serios y responsabes. Nos ofrecerán curiosos estudios sobre privilegiadas civilizaciones perdidas donde la pederastia era moneda de uso común, maravillosas y ocultas civilizaciones finalmente erradicadas por la exterminadora cultura judeo-cristiana. Resucitarán a egregios personajes históricos de demostrada pero oculta pederastia que en su tiempo constituyeron un referente moral para el progreso de la humanidad. Y hasta en la misma Biblia encontrarán velados pasajes que hay que reinterpretar.

Finalmente, cuando se considere que el patio contiene suficiente estiércol para que germine la semilla, se planteará la batalla decisiva tras la exposición a los cuatro vientos de un caso «estrella» susceptible de mover las sensibilidades populares, en donde un menor haya podido salir de una penosísima situación gracias a las atenciones y cuidados recibidos por un exquisito pederasta. (Para ese momento, obvio es decirlo, ni el pederasta ni la pederastia se denominarán así, sino que habrán adoptado otros nombres que inspiren menor rechazo).

Tras la consabida paliza mediática y propagandística, el obstáculo moral, que hoy nos parece insalvable, de la falta de juicio y madurez física y psíquica, en los niños, para prestar el libre consentimiento a este tipo de prácticas, así como el comprobado daño de las
graves secuelas que tan espurias relaciones dejan en el menor que las padece, será finalmente derribado ante la indolencia generalizada de un pueblo que, mirará para otro lado, con la repetida excusa de que cada uno hace con su cuerpo lo que quiere.

Miguel Ángel Loma

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