lunes, 28 de mayo de 2007

Esos problemas de soledad que son la nueva pobreza del siglo XIX

QUIERO  SER  AMADO.


Esos problemas de soledad que son la nueva pobreza del siglo XIX




Joaquín era vecino mío, un hombre mayor que vivía sólo porque sus hijos estaban casados, le gustaba montar en bicicleta, iba casi todos los días con su casco y la bicicleta de carreras, a hacer ejercicio por esas carreteras. Cuando yo le conocí creía que era el sacristán de Santo Domingo, pero no, era solamente un hombre piadoso, de la cofradía del Rosario, que ayudaba a misa, hacía las lecturas, etc. y muy amable con todo el mundo. Un día me dice: Me despido porque me voy a ir al asilo, que he conseguido plaza. Pasaron dos años y me lo encuentro con su hijo por la calle. Me alegré de verlo; pero me entristecí cuando me pregunta ¿Quién es usted?, No me acuerdo de nada, todas estas calles me son desconocidas. Yo le dije: ¿No te acuerdas que tu rezabas el rosario, ayudabas a misa, y hacías las lecturas? Me contestó: ¿Todo eso hacía yo?, No me acuerdo de nada.


¡Que triste es la soledad de las personas mayores en los asilos! Se pasan una hora y otra y un día y otro, y un mes y otro mes, esperando a que alguien vaya a visitarlo. Puede que la pérdida de memoria en algunos ancianos se deba en parte al instinto de conservación que por evitar el sufrimiento, pierde la memoria, y se origina o se propicia entonces la enfermedad de Arzeimer.  


Todos deseamos ser amados, es un instinto natural. Hay varias formas de desear o buscar el amor de los demás, unas veces buscando la admiración, otras intentando sobresalir por encima de los demás, y principalmente en las mujeres, el estar guapas, que se fijen los demás en ellas. Desde muy pequeñas, cualquier mujer se da cuenta, cuando sale a la calle, si las miran o no, o si pasan desapercibidas entre las demás. 


Son cosas diferentes el que te admiren y el que te amen, y también muy distinta el sentirse amado. Tampoco es lo mismo que te amen y que te necesiten. Puede ocurrir que te amen y que no te des cuenta de que te aman, porque estás pendiente de ti mismo, y no te fijas en las personas de tu entorno. Para ver la diferencia entre estos conceptos hay que precisar qué es lo que se entiende por amor; porque a veces se piensa que el amor es sentir: sentir atracción, sentir emoción, sentir arrebato, o una sensación de atracción interior. Y eso no es el amor. 


Amor es la capacidad de entregarse a otra persona, desear hacerla feliz a costa de tu propia vida. Al pensar en esa otra persona que te atrae, aparece la capacidad de darse y eso es el amor; mientras que el querer, es el deseo de atraer y absorber a la otra persona, para que se te de a ti. El que quiere no se preocupa de la felicidad de su pareja sino sólo de su propia felicidad..


El amor es servicio, la madre ama a su hijo recién nacido, lo ama más que a ella misma, porque se olvida de ella pensando en qué es lo que su pequeño necesita. Lo limpia, lo alimenta, está pendiente de él, si llora, si duerme; pero el niño no ama a la madre, la necesita, el niño sólo se preocupa de él mismo. El amor es lo contrario al egoísmo, mientras que el querer, siempre es egoísta. El que quiere desea tener a la otra persona para sí. Trata a las personas como a cosas. Las cosas no se aman sino que se quieren, las quiere poseer uno, pero no se entrega uno a ellas. Si se entrega uno con amor por las cosas materiales, eso es entonces una idolatría, como lo es la avaricia del dinero.


El sexo es manifestación del amor, pero para que sea verdadero amor ha de estar abierto a la vida, de lo contrario es satisfacción egoísta, puro placer.  

No hay amor más grande que el que da la vida por los demás, por eso tenemos la seguridad de ser amados por Dios. "Deus caritas est". Todas las cosas y todos los acontecimientos concurren para el bien de los que aman a Dios, aunque algunas cosas, o algunos sucesos no los entendamos de momento y nos hagan sufrir.  

Miguel Vargas Muñoz