domingo, 27 de mayo de 2007

Divorcio en España: la tasa más alta de toda Europa.

No consideramos ese dato un dato del que sentirse orgulloso. ¿Una fábrica se vanagloriaría de producir el mayor número de piezas de rechazo? Y ¿si fuese así, no cambiaría la política de empresa?

 

Según un estudio del Instituto de Política Familiar, en España tenemos la tasa de divorcio más alta de toda Europa,   incrementada  un 51% con respecto a 2005. Sin embargo, más de tres de cada cuatro parejas casadas, mantienen su compromiso. El divorcio es un fracaso personal muy serio, el derrumbe de   un proyecto importante de vida. ¿Somos los europeos más progres, o más bien los más desafortunados? Hoy llamamos progreso a cualquier cosa, incluso a lo malo. Pienso en los niños. Si yo no fuera profesora de Secundaria,   especialista en Psicopedagogía, tal vez me habrían colado  las bondades del divorcio "xpress". Tengo la impresión de que ha habido una campaña muy bien orquestada,   con el machacón  maltrato a las mujeres, sacado de órbita para la aceptación social del divorcio "express". He visto tanto sufrimiento   en hijos de matrimonios separados, que siento escalofrío cuando veo que   algunos alardean de progresismo en cuestiones de separaciones y divorcios. La salud social de un país se mide por su estabilidad matrimonial. El nuestro está enfermo. El divorcio es una tragedia también para los hijos: muchos   niños y adolescentes quedan heridos: se sienten inseguros, tristes,  solos, vacíos y arrastran un corazón desconfiado, un traumatismo   de difícil curación. No pocos  tienen que acudir al psiquiatra...  ¡Cuántos,  jamás   alcanzarán la madurez de su personalidad que les ayude a superar las barreras  la vida! Los matrimonios que velan por su concordia   y se mantienen juntos, buscando pacientemente sortear las dificultades, se merecen un gran aplauso. Pero lo bueno, como los alimentos, se prepara. Hoy se trivializa el sexo y domina el sentimentalismo; hay una imparable corrupción de costumbres: así no   habrá felicidad duradera sino una cosecha de lágrimas muy amargas.

 

Josefa Morales de Santiago.