lunes, 5 de noviembre de 2007

Los hijos: un instrumento en manos de los violentos.

 Aragón Liberal.- 5.11.2007. Los hijos: un instrumento en manos de los violentos.


por Fernando José Vaquero Oroquieta.

La manipulación emocional de un menor por uno de sus progenitores, que persigue de este modo su alejamiento del otro por venganza u otro motivo, mediante diversas técnicas, es un maltrato gravísimo; un ejercicio frío y premeditado de violencia que recae, en primer término, sobre el hijo al que se afirma querer proteger, hasta aquí de acuerdo...


Los hijos: un instrumento en manos de los violentos.


Muy contundente se manifestó Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, en el reportaje televisivo Hijos de la discordia emitido en el programa Informe Semanal, al afirmar que "El SAP -Síndrome de Alienación Parental- es un instrumento en manos de los violentos". Hasta ahí estamos de acuerdo: la manipulación emocional de un menor por uno de sus progenitores, que persigue de este modo su alejamiento del otro por venganza u otro motivo, mediante diversas técnicas, es un maltrato gravísimo; un ejercicio frío y premeditado de violencia que recae, en primer término, sobre el hijo al que se afirma querer proteger. Pero no terminó ahí. Añadió que "el SAP no existe" y que "no está reconocido por la OMS". Vamos, que lo negaba de plano. Y, para coronar ese discurso ultra, aseguró que se trata de "un instrumento de coacción para que las mujeres no pidan el divorcio". De este modo, el SAP sería una especie de estratagema que encubriría una de tantas imposiciones machistas.


Esta señora, o miente, o ignora, escandalosamente, muchas cosas.


De entrada, remitiéndonos a ese mismo reportaje televisivo, ¿cómo puede explicar el caso de una mujer, Victoria López, quien no ha podido ver a sus 2 hijos en 8 años, después de otros 2 de lucha contra el cáncer? ¿No es un ejemplo contundente y terrorífico de SAP. 


Efectivamente el SAP no está, de momento, reconocido por la OMS. Pero en España, en los últimos 5 años, ya son más de 100 las resoluciones judiciales que lo reconocen. Por no hablar de los diversos textos y documentos forenses –sociales, psiquiátricos y psicológicos- ya elaborados al respecto. Acaso esa catalogación médica internacional todavía no se haya producido -¡cuantas veces la vida marcha por delante de la Ciencia o de la Justicia!-, pero en otros países, por ejemplo en Estados Unidos y en Méjico, donde se nos han anticipado unos cuantos años en estas lides, la literatura científica al respecto es muy amplia, con las consiguientes recepciones legales y judiciales.


El reportaje que comentamos partía del caso de Jesús Díaz, quien, tras tres años sin ver a su hija de 9, consiguió de un juzgado de Manresa su guardia y custodia con el objetivo de superar el rechazo que contra él le había inculcado su madre; una noticias que ya se difundió, con cierta controversia mediática, en el pasado verano.


La dolorosísima experiencia de Victoria López, al igual que la de Manuel Gancedo, gravemente afectado por una esclerosis degenerativa, nos mostraban, igualmente, cómo personas sin escrúpulos –de uno u otro sexo- pueden aprovechar cualquier circunstancia, incluso las más calamitosas, para imponer por la violencia, no necesariamente física, sus objetivos inadmisibles.


No, Ana María Pérez del Campo, no. El SAP no es un problema de violencia o imposición machista. Es un problema de violencia y punto. Lo pueden protagonizar hombres y mujeres. Y sus víctimas son niñas y niños. Pero, dado que en la actualidad el 95 % de las custodias se conceden a las madres, por pura lógica matemática, quienes lo perpetran suelen ser mayoritariamente mujeres. Una constatación sociológica que bien puede variar en el futuro.


En ese reportaje, que puede verse en http://www.informesemanal.tve.es/ (emisión de 6 de octubre de 2007), se habló de otras interesantes cuestiones: la relación existente entre denuncias por malos tratos –muchas de ellas falsas- con el SAP; las implicaciones de la violencia de género; el creciente número de las custodias compartidas; la existencia de programas de mediación en los que, de seguirse, se llega a algún acuerdo en 7 de cada 10 supuestos; la realidad de un 30 % de rupturas en las que no se alcanza ningún acuerdo en relación a los hijos; la práctica de juego sucio en no pocos casos; y, aunque de manera indirecta, la extrema lentitud de las resoluciones judiciales. Un verdadero ejercicio de objetividad… para tratarse de la televisión pública; o mejor diremos, estatal.


En este contexto de clamoroso sufrimiento moral y psicológico, experimentado entre los menores afectados, sorprenden las dogmáticas afirmaciones de Ana María Pérez del Campo; propias de un fundamentalismo ideológico cerrado a la realidad. Un posicionamiento, no obstante, muy significativo y esclarecedor.


Negó la mayor, reduciéndola a una dialéctica de poder. ¿Qué pasa entonces con los supuestos en los que el progenitor apartado, otra víctima más, es la madre? También aseguró, recordemos, que es un instrumento de los hombres en su intento de impedir a las mujeres el ejercicio de su derecho a la separación y al divorcio. Esta señora ignora que los SAP se enmarcan, especialmente, en el proceso contencioso de una separación o divorcio ya consumado.


Rechaza, así, la realidad, amparándose en una ideología que, aunque no la mencione, es la ultrafeminista. No quiere ver los hechos: los ahoga bajo dogmas impactantes aparentemente irrefutables y políticamente correctos. En definitiva, este hembrismo –un negativo del denostado machismo- participa de una perversión común a toda ideología: no asume la realidad, la reinterpreta; apartando los hechos que "molestan" a los esquemas conceptuales previos. Una suerte de marxismo para el que la "clase oprimida" serían las mujeres y la "opresora" –a eliminar como sea- los hombres; con su corpus ideológico, su liturgia, sus intelectuales orgánicos, sus mitos movilizadores, sus organizaciones de vanguardia, sus alianzas tácticas, y su estrategia de conquista del poder.


Y otra pregunta para Ana María Pérez del Campo y otras como ella. ¿Acaso desconocen, tan categóricas activistas, que no son pocos los supuestos en los que un menor inmerso en un proceso de este tipo, intenta -incluso- el suicidio? ¿Se atreverán a negarlo también? 


El SAP, objetivamente, no es una cuestión de género: es un hecho impactante y especialmente doloroso que nos ofrece la realidad. No querido por nadie, en teoría, pero perpetrado como instrumento de venganza, arbitrariedad, o imposición violenta del propio criterio por alguien –hombre o mujer- que abusa de una situación de poder.


Por ello, la afirmación inicial, de la que partimos en estas reflexiones, sería mucho más ajustada a la realidad precisándola así: "los hijos: un instrumento en manos de los violentos". No en vano, el SAP es el conjunto de daños infringidos a los menores por medio de unas técnicas violentas más o menos sutiles. En suma, quienes son instrumentalizados, fría y cruelmente, son los hijos: titulares de una vida propia, con rostros irrepetibles, historias únicas, criaturas portadoras de esperanzas e ilusiones… involuntarias víctimas del odio. 


Rechazo de la realidad, ideología excluyente, dinámicas sexistas de dominación… Otra modalidad de violencia. Gravísima, además. Aunque no salga casi nunca en los medios de comunicación.


Fernando José Vaquero Oroquieta


Diario Liberal, 4 de noviembre de 2007