Por: María del Carmen Antoja
El número de mujeres asesinadas a manos de sus maridos, parejas, o casi siempre, ex-parejas sigue aumentando.
Los candidatos a presidir el gobierno dicen que tomarán medidas para frenar ésta escalada de violencia. Pero francamente, lo tienen mal, muy mal, para acabar con ésta espiral de violencia. Las leyes represivas no sirven en éstos casos. Muchas veces los asesinos se suicidan después de acabar con la vida de su "pareja". ¿Qué ley puede intimidar a un suicida? no cabe la amenaza de cárcel ni de pena de muerte. Las leyes en vigor han demostrado que no sirven para nada, ni órdenes de alejamiento, ni vigilancia policial. La única solución posible es la enseñanza de religión en los colegios, de moral, de ética, de urbanidad. Que las madres de familia dispongan del tiempo suficiente para educar a sus hijos. Que los hogares sean escuela de paz y amor. Que los padres sean ejemplo de maduréz y bondad. Solo pueden ser adultos felices, los que de niños han tenido un hogar felíz. No nos engañemos, por muchas leyes que se inventen los gobernantes, nunca podrán acabar con la maldad, porque los sentimientos como el amor y el odio nacen en el corazón humano, y el único camino es enseñar a amar cómo Cristo nos amó. Carmen Antoja