Al aborto le llaman interrupción voluntaria del embarazo, al homicidio planificado le llaman "muerte digna", cuando desde hace décadas los enfermos terminales que sufren dolores fallecen más que dignamente, si lo desean, ayudados con analgésicos que incluso los médicos más religiosos administran.
Pero ahora, la Junta de Andalucía prepara un programa de ingeniería social para imponer una Ley de Muerte Digna y rechaza la objeción de conciencia de los médicos que se nieguen a acelerar esas muertes.
Las condenas capitales las dictarán unas "comisiones de ética" dominadas por la ideología gubernamental adolescente e irresponsable al estilo Bibiana Aído. La misma que aceptó que los padres de chicas adolescentes no sepan que abortan, o que obliga a distribuir una bomba hormonal, la píldora del día después, sin reconocimiento médico ni una receta como se exige para las aspirinas.
Estas leyes complementan el dogma de la Divinidad Estatal, según la neoreligión zapaterista: si la del aborto permite al Estado decidir cuándo un feto se hace persona, la de la Muerte Digna (eutanasia) determina el instante en que la persona puede considerarse desperdicio.
Xus D Madrid
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