Por: Federico Rodríguez
Carlos Martínez de Aguirre, catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Zaragoza, analiza en un artículo para Aceprensa la decisión del Tribunal Supremo francés sobre los niños nacidos sin vida con independencia del tiempo de gestación: podrán ser inscritos en el registro civil y enterrados en los cementerios.
Aunque parezca una noticia luctuosa, es muy positiva. El hecho de que se les pueda incluir como seres humanos en un registro civil, sin la limitación de haber durado vivos más de 22 semanas o de haber pesado 500 gramos supone que la condición humana es un estado cualitativo, no cuantitativo. Se es humano al margen de la edad, del peso y de la situación de desarrollo. El comienzo de la vida humana es el comienzo de la vida de un ser humano. La decisión de la Corte de Casación de París supedita la inscripción en el registro a la voluntad de los padres. Como consecuencia de esta decisión los movimientos pro vida afirman que es un reconocimiento a un hecho real: poder poner nombre a ese ser que tuvo vida y falleció antes de nacer es reconocer su humanidad. Los pro muerte están mosqueados porque ven como su "voluntad" choca con un hecho profundamente real; al margen de la voluntad de la madre, del padre o del médico o legislador... la vida que hay en el seno materno es humana y distinta de la de la madre. Otra cuestión es que se despenalice lo que es un crimen. frid