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Parece que por ahora, los esfuerzos por obligar a todas las jóvenes norteamericanas a recibir una nueva e innecesaria vacuna con desconocidos efectos secundarios a largo plazo han perdido mucho de su fuerza Merck ha suspendido la campaña de vacunación obligatoria para las niñas del sexto grado como requisito para acceder a la escuela. Una fuerte resistencia pública se desató en muchos estados. Este curioso episodio en la historia de la salud pública norteamericana probablemente se repetirá muchas veces en la siguiente década y en la subsiguiente, pues la profesión médica viene lidiando con índices siempre crecientes de enfermedades sexualmente transmitidas en Estados Unidos.
En algunos Estados todavía continúan obligando a los padres a vacunar a sus niñas, pero generalmente se está dando a los padres la potestad de poder rechazar el programa de vacunación. Incluso en las provincias de Canadá han decidido aún no distribuir la vacuna a expensas del gobierno.
Hace cuarenta y cinco años se conocía sólo dos enfermedades de transmisión sexual (ETS) que se habían propagado en la población norteamericana, y estaban limitadas en gran parte a la población de alto riesgo como prostitutas y marineros. Hoy en día, son al menos 26 ETS.
El Papiloma virus Humano (HPV) está muy extendido entre adolescentes y mujeres sexualmente activas.
El Papiloma virus humano (Human Papillomavirus, HPV) es uno de ellos y está muy extendido entre adolescentes y mujeres sexualmente activas. Los científicos piensan que las cuatro variedades del HPV (existen otras además de éstas) incluidos en la vacuna de Merck causan el 70% de casos de cáncer cervical y el 90% de casos de verrugas genitales en los Estados Unidos. Entonces, ¿cuál es el problema con el hecho de darles esta vacuna a las jóvenes?
Primero, implícitamente acepta como normal el estado de prácticas sexuales autodestructivas de las jóvenes actuales que está muy lejos de ser normal. Esto quiere decir que las adolescentes, tan pequeñas como las de 11 años, podrían estar acostándose por ahí y por lo mismo deben recibir esta vacuna llamada Gardasil, por precaución. En vez de gastar cientos de millones de dólares en inyectar a cada persona la vacuna HPV, una mejor estrategia sería enfrentar la cultura de la promiscuidad, especialmente desde que se sabe que Gardasil no hará nada por combatir otras peligrosas ETS que tanto niñas como adultas pueden contraer.
En segundo lugar, así como la mayoría de tratamientos médicos, Gardasil tiene efectos secundarios. El analista del Centro Nacional de Información en Vacunas (CNIV) Vicky Debold, RN, Ph.D., dice, “La mayoría de los efectos secundarios de Gardasil están relacionados con síntomas neurológicos. Las jóvenes que han sido vacunadas han experimentado severos dolores de cabeza, insomnio, pérdida temporal de la visión, problemas al hablar, debilidad, contracciones involuntarias del apéndice, debilidad muscular, dolor y adormecimiento en las manos y pies y dolor en las articulaciones. Algunas de las jóvenes han perdido la conciencia durante la vacunación, que primero parecen ser convulsiones.” CNIV dice que han sido reportados 82 efectos adversos entre julio del 2006 y enero 2007 por el uso de Gardasil, lo que sugiere que los efectos secundarios serios son raros pero bastante desatendidos.
En tercer lugar, nadie sabe qué enfermedades a largo plazo podrían generar los efectos secundarios de Gardasil. Es simplemente demasiado nuevo y no se ha probado en una población grande.
¿Por qué algo tan nuevo, tan relativamente experimental, con efectos a largo plazo desconocidos fue tan rápidamente adoptado como obligatorio por algunos Estados?
Lo más curioso sobre Gardasil fue la pretensión de hacerla obligatoria alrededor del país en niñas de 11 y 12 años. ¿Por qué algo tan nuevo, tan relativamente experimental, con efectos a largo plazo desconocidos fue tan rápidamente adoptado como obligatorio por algunos estados como el Gobernador de Texas Rick Perry (R.). Para el Gobernador de Virginia Tim Kaine (D.) la vacunación también es considerada obligatoria. Ambos Estados permitirán a los padres optar si vacunan o no a sus hijos.
Obviamente, existe la conexión entre los lobbies y el dinero que las compañías tienen para la promover la droga. Pero existe un problema más trascendente: el dar por hecho que la promiscuidad sexual juvenil no se puede modificar y que sólo es posible reforzar las acciones para combatir las enfermedades resultantes. En esta misma lógica lobbysta, dan por hecho que no se puede ser cauteloso cuando se tiene a mano un tratamiento nuevo y prometedor. Sin embargo, se lograría mucho más si toda esa energía se dirigiera a mantener la pornografía lejos de los menores de edad o para tener a los estudiantes de secundaria de sexos opuestos lejos uno del otro cuando no haya la supervisión adecuada. Estas acciones que podrían combatir todas las ETS y a la vez reducir los embarazos en adolescentes simplemente se ignoran.
Puede darse el caso que para algunos padres tenga sentido darles la vacuna a sus hijas cuando creen que corren un alto riesgo por tener una vida sexualmente activa, y para las niñas y las mujeres jóvenes quienes planean acostarse por ahí y temen contraer cualquier ETS (con algo de suerte, las mayores de 12 años). De esa manera luego de diez o más años en que los efectos de la vacuna sean mejor conocidos, quizás haya la posibilidad de que la profesión médica pueda alentar, no obligar, el uso más extendido de la vacuna.
Lo lamentable es que no se actuó con la necesaria cautela, aún cuando es de sentido común. En vez de ello, se aplicó mano dura y la verticalidad gubernamental entró en juego inmediatamente. Esta actitud de la clase política y de las instituciones médicas norteamericanas no auguran nada bueno en los futuros esfuerzos por combatir la ola de infecciones sexuales entre la juventud norteamericana.
Joseph A. D'Agostino es Vice Presidente para las Comunicaciones del Population Research Institute.