jueves, 22 de marzo de 2007

¿Qué debemos hacer para no ganar la guerra contra el terrorismo? Sigamos exportando el aborto y la educación sexual

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El reciente libro de Dinesh D’Souza, “El Enemigo en Casa: La Izquierda Cultural y La Responsabilidad por los sucesos del 9/11”, tiene a Michael Moore echando espuma por la boca. La tesis de D’Souza es que Moore y otros como él han “adoptado la decadente cultura norteamericana que reniega y rechaza a la sociedad tradicional, especialmente a las sociedades del mundo Islámico, que han sido humilladas por esta cultura.” Más aún, “siguen insistiendo con una agresiva campaña global atacando a la familia tradicional patriarcal y promocionando los valores seculares en nombre de la cultura occidental.” De esta manera ellos son –en parte—responsables por el aumento del terrorismo islámico contra occidente.

La Izquierda Cultural, sin disculparse por la implacable promoción del aborto, la promiscuidad sexual, la homosexualidad, el divorcio y otros “derechos” tanto en USA como en el extranjero, ha criticado el libro de D’Souza como algo fuera de la realidad. Hablando de culpabilidad por los ataques terroristas, Moore y compañía dicen que la responsabilidad recae totalmente en “la codicia de Estados Unidos sobre el petróleo” y su “neo-colonialismo”. Estas afirmaciones ridículas—Estados Unidos no importa petróleo de lo que él llama sus colonias, sino que lo compra en el mercado abierto—tienden únicamente a reafirmar su dogma izquierdista.

La derecha, de quien se hubiera esperado que abrazara la tesis de D'Souza, ha reaccionado fríamente también. Los Libertarios, a quiénes en general les importa poco la tradición, son candidatos poco afines a formar coaliciones internacionales a favor de la familia tradicional o de la defensa de la vida. Incluso los conservadores en lo cultural son escépticos, (a ellos les debe encolerizar y repeler lo que las películas de Hollywood y la televisión muestran como un devoto musulmán). Muchos de ellos, por ejemplo Robert Spencer, creen que el terrorismo está latente dentro del Islam. Spencer afirma que las declaraciones hechas por Mahoma sobre los cristianos y judíos contienen el germen de la violencia que puede brotar en cualquier momento. Spencer puso en circulación, por ejemplo, la noción completa del jihad y la relegación histórica de los no-Musulmanes al dhimmi (estatus de segunda clase) Sin embargo, nadie puede pretender descubrir ahora la agresividad islámica, que varias veces llegó al mismo corazón de Europa, y que existió muchos siglos antes de descubrirse América y todavía mucho antes de la existencia de la Izquierda Cultural.


Es comprensible el resentimiento de los musulmanes si existe gente occidental dedicada al control natal que llegan a la puerta de sus casas, trayendo pesticidas humanos e insistiendo en que sus esposas se hagan esterilizar.

Es posible estar de acuerdo con que los musulmanes radicales odian a los norteamericanos en base a su lectura del Koran. También podríamos reconocer que la reciente y extensa antipatía de los musulmanes hacia Estados Unidos en general gana fuerza también en otras corrientes ideológicas. Al precisar que la izquierda cultural con su permanente defensa del aborto, de la promiscuidad sexual, la homosexualidad y el divorcio en el país y en el extranjero ha aumentado el odio del mundo musulmán, D'Souza nos ha iluminado con una importante verdad.

La mayoría de los estadounidenses no entienden que estos contenidos (del aborto, etc.) no son sólo un subproducto aislado del sector privado, sino que parte central de nuestro programa de ayuda exterior. No obstante, si los egipcios, por ejemplo, decidieron ser condescendientes con las producciones basura de Hollywood (que sobresalen sobre todo por su contenido de sexo, violencia y lenguaje vulgar) entonces no tienen de qué quejarse. Pero cuando los jóvenes iraquís encienden sus radios y escuchan las letras vulgares de las canciones rap que difunden en su país vía Radio Sawa (pagada por contribuyentes norteamericanos), existe fundamento para culpar a Estados Unidos.

Los peores abusos se encuentran en programas de control de población financiadas por el gobierno norteamericano. Estados Unidos, directamente y a través de las instituciones internacionales tales como el Banco Mundial, ha estado exportando varias patologías sociales en rincones relativamente inocentes e inaccesibles del mundo por más de 40 años. Ahora lo hace bajo la máscara de “planificación familiar” y “salud reproductiva”. Miles de millones de dólares al año se invierten en programas que promueven el aborto, campañas de esterilizaciones forzadas y campañas anticonceptivas, campañas que ofrecen a las escuelas programas de educación sexual con material casi pornográfico, que promueven los programas de radio y televisión anti familia y anti niños, desvirtuando el cuidado médico básico, y fomentando que los gobiernos se entrometan en las vidas privadas de sus ciudadanos. Tales programas crean enormes resentimientos en los países musulmanes al igual que en los no musulmanes, como lo hemos documentado en el PRI repetidamente una y otra vez.

Déjeme ser claro al respecto: Si Bin Laden y sus hordas nos atacaron no es debido a que las mujeres Occidentales se hagan abortos y que tengan relaciones sexuales premaritales. Ellos siempre estuvieron inclinados a la violencia en todo caso.


“La promoción feminista de familia, del aborto, del secularismo radical, y la educación sexual, genera más simpatía en nuevos reclutas para el terrorismo Islámico "


Pero lo que promociona Estados Unidos y otras “democracias modernas” acerca del aborto, el divorcio, adulterio divorcio, adulterio, y el sexo premarital en países musulmanes no nos ayuda sino genera simpatía y nuevos reclutas para aquellos que se preparan a atacar al “gran Satan.” Es comprensible el resentimiento incluso de musulmanes moderados cuando existe gente occidental dedicada al control natal que llegan a la puerta de sus casas, trayendo pesticidas humanos e insistiendo en que sus esposas se hagan esterilizar. O no es difícil entender su legítima cólera cuando sus niños llegan de la escuela con un folleto de educación sexual pornográfico, financiado por una subvención de USAID.

Si los programas norteamericanos de ayuda exterior han sido tomados por la Izquierda Cultural, ¿qué es lo que debemos hacer? D'Souza señala que, “Como conservadores, debemos exportar lo que nosotros entendemos por Estados Unidos, nuestra Nación. Eso significa introducir en lugares como Iraq los principios de gobierno autónomo y soberano, regido por la opinión mayoritaria, con respeto por los derechos de la minoría, el mercado libre, y la tolerancia religiosa. Y debemos dejar de exportar el concepto de Estados Unidos de la Izquierda Cultural. Eso significa que debemos parar de insistir en un secularismo radical, detener la promoción del concepto feminista de la familia, detener los intentos de seguir promoviendo el aborto y la “educación sexual”, y lograr detener la exportación de los elementos vulgares y corruptos de nuestra cultura popular.”

Uno puede deplorar la burka y al mismo tiempo reconocer que, como nación, estamos violentando deliberadamente los valores y la estructura familiar de los países en vías de desarrollo. Si de verdad deseamos ganar la guerra al terrorismo, es mejor que dejemos de hacer enemigos de la manera en que se ha venido haciendo.

Steven Mosher es el Presidente del Population Research Institute.