Aragón Liberal 30/12/06.- Sobre la excelencia académica. Es algo referido a los conocimientos adquiridos, no sobre la uniformidad de la ignorancia.
De Cheque.Escolar (Fernando Iwasaki)
Cheque Escolar - El mercado de trabajo global
Mi artículo del domingo pasado -«La lotería»- ha mosqueado a más de un lector que se ha tomado la molestia de escribirme, para decirme que nuestra enseñanza pública es excelente, primero por gratuita y segunda por pública. Personalmente pienso que esas dos credenciales hablan muy bien de su finalidad política, pero en ningún caso de su excelencia académica. Sin embargo, quiero aprovechar la curiosidad de aquellos correos electrónicos para extenderme acerca de qué entiendo por excelencia académica y qué nos jugamos en caso de no tenerla.
Entiendo por excelencia académica un sistema educativo basado en la disciplina, el orden y el conocimiento. Disciplina para restaurar el respeto hacia los profesores, mejorar la convivencia entre los alumnos y fomentar el cuidado de un patrimonio (infraestructuras, bibliotecas, laboratorios, ordenadores, etc.) que tiene que ser utilizado por cientos de usuarios. En segundo lugar, orden para crear hábitos de estudio, estimular la responsabilidad y favorecer las condiciones para el mejor aprendizaje posible. Finalmente, conocimientos para adquirir la formación necesaria y suficiente que nos permita hacer frente a los retos que plantea un nuevo mercado de trabajo que ya no es local sino global. ¿Y cuáles son esos conocimientos?
Una sólida base de conocimientos numéricos y humanísticos se me antoja esencial. Por desgracia, para muchos políticos es más importante el número de graduados que la calidad de los conocimientos impartidos. Es triste decirlo, pero las últimas generaciones parecen peor preparadas que las que egresaron de los institutos durante los años setenta y primeros años de la década del ochenta. Y como el conocimiento no caduca sino simplemente se enriquece, esa imprescindible base científica y verbal debería enriquecerse actualmente con una genuina enseñanza bilingüe y un empleo racional de los modernos recursos informáticos.
Hoy en día, un profesional menor de 30 años que no sea capaz de hablar, leer y escribir en inglés tiene que saber que su futuro laboral tiene fecha de caducidad. Hoy por hoy, un estudiante de secundaria que no se esté formando en el conocimiento de por lo menos dos lenguas modernas (inglés y francés o alemán), no podrá competir en el nuevo mercado laboral que ya existe en este momento. Hoy mismo, a los niños que están a punto de entrar a la enseñanza primaria, les tocará trabajar en un mercado laboral donde el conocimiento del árabe y el chino será fundamental. Y mientras tanto, aquí seguimos -dale que te pego- discutiendo sobre la presunta utilidad de asignaturas como «Religión» o «Educación para la Ciudadanía». ¿No es patético que lo que antaño dependía de las familias hogaño dependa del Estado?
Todos los indicadores académicos señalan que nuestra enseñanza pública es una de las peores de Europa. Todos los indicadores laborales señalan que los profesores de nuestra enseñanza pública tienen que trabajar en unas condiciones disciplinarias deplorables. Todos los indicadores sociológicos y psicopedagógicos señalan que los mejores alumnos casi siempre suelen ser acosados y hostigados por los peores estudiantes. ¿Qué esperamos entonces para reaccionar de manera rotunda y resuelta? La excelencia académica no es un tema que dependa de ser de izquierda o de derecha. Al contrario, cuanto más ideológico y político sea un sistema educativo, menos excelente y académico será.
El mundo laboral de mañana no se parecerá en nada al que hemos conocido hasta ahora, porque nuestros hijos buscarán trabajo en otros países y deberán expresarse en otras lenguas, o tendrán jefes y compañeros de trabajo que hablarán idiomas distintos aunque no tengan que salir nunca de casa. ¿Nuestro sistema educativo los prepara para ese futuro inexorable? ¿Y si no es así, quiénes serán los mejor preparados? Dudo mucho que sean los egresados de la actual enseñanza pública.
Fernando Iwasaki
Publicado en abc.es
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